Felipe Ehrenberg
Por naturaleza las artes son inasequibles, de ahí su capacidad para subvertir. Hasta el género a que pertenece la palabra arte es ambiguo: no es ni masculina ni femenina. Lo cierto es que las artes de hoy se caracterizan por dos aspectos: su imperiosa necesidad de inventar en pos del cambio y su dinámico afán de proponer
en busca del entendimiento.
La actual complejidad de nuestros sistemas de comunicación y almacenamiento de datos nos permite ampliar el territorio de las artes plásticas como nunca antes. Entre los rubros más dinámicos surgidos en los últimos veinte años, están el género del arte acción, conocido en México como arte del performance (sic) y el género de la instalación y la ambientación. A respecto, algunas observaciones nacidas de la práctica.
-I-
Por ARTE ACCION o PERFORMANCE nos referimos a una manifestación del arte, ramificación polidisciplinaria si se quiere, identificada con ese nombre hace exactamente un cuarto de siglo. En los lexicones de lengua castellana la voz "performance" se refiere al heroísmo de caballos sobresalientes, o algo igual de impreciso y el término "arte acción" no existe. Los diccionarios en inglés están más actualizados. El Merriam Webster, en su décima edición, reza así: performance: del francés antiguo "perfournier", per: totalmente+ fournier -completar. Significa "la ejecución de un acto logrado", "la manera en que funciona un mecanismo", "la manera de reaccionar ante un estímulo", "la acción de representar un personaje en una obra teatral (o musical)". De estas acepciones, la última es la de uso general en la actualidad. Consigna un añadido: "arte de performance, acuñado en 1971 para describir una nueva forma del arte", precisamente de la que aquí hablamos.
La particularidad del arte acción la hace reclamar espacios escénicos y un sentido del tiempo ajenos del todo a la plástica. Es de carácter efímero ya que al igual que en el teatro o la música, exige que al terminar la función, el espectador recurra a su memoria para seguir digiriendo la obra. A diferencia del teatro, la danza o la música el arte acción no depende de actores, bailarines o músicos, profesiones todas altamente especializadas y complejas, sino de "otras habilidades", mismas que pueden incluir la dramaturgia o la música, hasta la danza, pero sólo de manera incidental. La intención de este tipo de espectáculo, sin embargo, no es interpretativa. A diferencia de las artes escénicas, donde autores y directores se mantienen fuera del tablado, la presencia del o de la autora son tan esenciales como lo es la mano del artista sobre un óleo. Quiero decir, la entrega total del creador o la creadora es requisito sine qua non.
Antes era común que quienes convergían en el género del arte del performance hayan sido en sus orígenes practicantes de otras disciplinas, mismas que les resultaron insuficientes para expresar sus particulares inquietudes. Es el caso de destacadísimos ejecutantes del arte de performance en México, como Maris Bustamente. Astrid Hadad, Marcos Kurticz (QEPD), Eugenia Vargas y Eloy Tarcisio. La Hadad viene del teatro, la Vargas de la fotografía, los demás venimos del diseño y la pintura. En otros países, en los EUA, en Inglaterra, en Italia, los arte-accionistas surgían usualmente de las letras o aun de otras disciplinas por completo ajenas a las artes. En la actualidad, el rubro forma parte del sílabus de muchas escuelas de arte y más y más artistas se incorporan al género desde su inicio profesional.
-II-
Por INSTALACIONES y AMBIENTACIONES nos referimos a la modalidad del arte que se preocupa del espacio (locos), o mejor dicho, de la manera en que el espacio refuncionaliza (functio) a los objetos que ahí se sitúen, y de cómo los objetos, a su vez, resignifican al espacio (con el que se relacionan de manera inextricable) con el fin de comunicar conceptos. Habemos artistas en México -los más aún emergentes- que cultivamos el género al mismo tiempo que nos desempeñamos en otros rubros de la plástica.
Las referencias inmediatas de la instalación y la ambientación pueden encontrarse en la producción actual allende nuestras fronteras, en especial Europa occidental, Canadá y los Estados Unidos. En aquellos países los antecedentes fundamentales son el dadaismo y, antes de eso, las construcciones festivas que los monarcas le solicitaban a artistas para celebrar victorias bélicas y hasta las escenografías de teatro cortesano, como las elaboradas por Leonardo da Vinci para Lodovico II Moro. En México gozamos de una abundancia riquísima de referencias adicionales: ofrendas de muertos, objetos ordenados en ayates y puestos ambulantes en tiánguis tradicionales, las cocinas poblanas, nacimientos navideños, capillas y ermitas, escaparates y aparadores del comercio urbano. No hay nada nuevo bajo el sol.
Crear instalaciones y ambientaciones implica muchas dificultades en cualquier parte del mundo. El artista tiene por fuerza que hacer a un lado -no necesariamente descartar- un caudal de conceptos del arte ortodoxo que pudieran lastrarlo, para: a) revalorar la arquitectura circundante; b) crear y recrear de manera dinámica el espacio ritual dentro y fuera del arte; y c) refuncionalizar los objetos que lo rodean. El género depende -sobre todo- de una intuición poética distinta a la que se requiere para esculpir o dibujar.
Crear instalaciones y ambientaciones en México es doblemente difícil. Aunque ya se han abierto foros tan importantes como la Bienal de Poesía Visual y Experimental, los museos Carrillo Gil y del Chopo, el recién recuperado Ex-convento de Santa Teresa, en la capital, o el MARCO en Monterrey, nuestra producción se ve aún severamente restringida por una incomprensión que linda con la intolerancia. Entre las dificultades está la ausencia casi total de apoyos logísticos e infraestructurales, nulo financiamiento público, nulo patrocinio privado, carencia de espacios para exhibición, escasez de revistas especializadas, una crítica desinformada y claro, un mercado totalmente ignorante.
Son contadas las pesonas que saben distinguir, por ejemplo, entre una instalación y el arte-objeto (la primera se refiere a los espacios que la circundan, la segunda a su propio espacio interno); o que conozcan la diferencia entre una ambientación y una instalación (la primera depende de manera integral del espacio donde se presenta, mientras que la segunda es de naturaleza autocontenible, casi siempre portátil).
Tanto el arte acción (o el arte del performance) como la instalación y la ambientación se practican con creciente asiduidad por más y más artistas en México y la América Latina. En la actualidad las ramificaciones que se desprenden del arte, sus múltiples bifurcaciones, confunden a espectadores, críticos y hasta artistas. La confusión propicia la desconfianza. La desconfianza aisla y fomenta la ignorancia. La ignorancia debilita nuestras capacidades de contemplación.
Es precisamente la ignorancia lo que también le roba a las manifestaciones más nuevas del arte su posibilidad de subvertir y de cambiar -por lo menos, incidir- en el universo social que habitamos. Aquí, la palabra clave es "nueva" y al respecto sólo puede uno preguntarse: ¿acaso pueden quedarse estancadas la imaginación y la creatividad? ¿no es extraño que quienes reciben con entusiasmo avances técnicos como "Windows 95", videofaxes, fuel injection, o tomografías sean los primeros en dudar y, peor aún, ¡descartar! lo nuevo en las artes ¿Por qué no gozar de las artes y de todos sus avances con el mismo espíritu con el que recibimos las demás novedades?
Resumen de varios textos,
partes de los cuales fueron
publicados con anterioridad.
Portales, D. F., 29 de julio, 1996