"El futuro no existe, siempre que despierto sigo en el presente…"
Cael, Titán AE
Vamos a pensar en la poesía y la palabra como un objeto. Un objeto de una gran belleza y de un gran valor por sí mismo, pero de obtención gratuita, pero de obtención de don, pero de obtención accidental y maravillosa, siniestra y terrible, burlona y contradictoria. Como en esa búsqueda del personaje de Thomas Mann en Venecia que no puede decidir si la estética es la labor de una vida o un regalo de la naturaleza. Que gran desengaño al final de la existencia si la opción era la equivocada, que terrible levedad del ser con sólo un intento para la vida.
Ni Carlos ni yo hemos estado seguros de las bondades de la conciencia y, si valdría la pena ser concientes los últimos cinco minutos de nuestra vida y, si valdría la pena ser concientes toda nuestra vida y, si realmente son benditos los pobres de espíritu por que jamás se darán cuenta.
Quiero regresar al pricipio, regresar a mi gran vara de bambú. En esta ocasión la vara es todavía más larga e incluye a más gente. En su extremo sigue estando la poesía pura, pero esta vez por ser mas larga la vara, en el otro extremo, ésta va a incluir a los publicistas, comunicadores, mercadólogos y a los políticos. En la parte más extrema de la vara están los sofistas y los demagogos. La poesía es un objeto en vez de ser una red que entreteje y como objeto a manera de fetiche es usado, como pueden ser usadas las mujeres bellas, es deseado y se pasea conceptualmente de la misma manera que se pasean los objetos de arte. Es manoseada por quién sea, su belleza se lo permite. La poiesis es un objeto también multiusos, más por los propósitos del usurpador, cuando el egoísmo y la falta de generosidad abundan, el rabo verde puede utilizarla para seducir a una quinceañera ingenua;.Goebels la puede utilizar como herramienta de propaganda Nazi; la vieja Rusia para exaltar la consciencia del proletariado; algún gringo de North Carolina la descubre y se vuelve activista para que los reclutas gay tengan más derechos o vender más Coca Cola; el seminarista de los ojos negros enamora platónicamente a la niña de la ventana; San Juan de la Cruz la utiliza para perderse eróticamente en Cristo; San Agustin descubre a Dios, pero se deleita en sumergirse en la materialidad un poco antes de ser santo; José Martí escribe el diario de viaje del Che. La belleza emociona al místico; la belleza no puede emocionar a un asesino, eso es el infierno.