En el lenguaje del marketing, la globalidad, los medios, la expectativa es infinita.
Hay que recordar que una conversación tiene dos lados y si ambos tienen la expectativa infinita, uno por parte de la promesa y el otro por parte de la lectura que interpreta lo que sea en las más grandes magnitudes.
Hay que redefinir expectativas para evitar el continuo desencanto. No hay nada peor que el desencanto de la promesa mal planteada en ambos lados.
Fernando Flores ha establecido un sistema de conversaciones para sistemas de negocios en California. El reduce el sistema a una serie de conversaciones y a una serie de compromisos. El diseño de la conversación es muy importante.
Es aprender a quién estamos hablando. Más allá de definir si la historia es para niños y por lo tanto tengo permiso de hablar como bobo. Facilmente una señora de sociedad respondería "yo quiero hablar a todos". Una conversación asi de poco inteligente da resultados nulos.
Hay que comprender elementos como el medio, frecuencia, punto de venta, producto que tienen que ver con el desencanto constante del pseudoartista contemporáneo que por no querer comprometerse o simplemente aprender los valores inherentes a esos conceptos los ignora en su ecuación de éxito y por ende no se da.
No es cuestión de salir publicado en el periódico, cualquiera que queme un almacen o que maneje su coche a la mitad de un lago puede salir publicado. Lo importante es la acción que quiero que suceda cuando transmito ese mensaje. El mensaje debe de llevar a una acción o, a una serie de acciónes. Ojo, no estoy hablando de una conversación por su mensaje específico sino por su estrategia de conducción o estrategia de eficiencia. Cristo sólo estaba interesado en doce apóstoles. Todo lo demás era contexto.
Hoy en día la obra de un pintor dice "cuélgame en tu museo", un problema de metalenguajes generado por el mismo coleccionista.