MANIFIESTO
Fotografía Contemporánea Mexicana
El pasado 28 de mayo se inauguró en Sao Paulo, Brasil una exposición de fotografía contemporánea mexicana dentro del marco del "IV mes internacional de la fotografía" cuyo tema este año es la transformación.
Lo diferente de esta exposición colectiva, además de tener a varios fotógrafos, es que en su conjunto es a su vez una instalación y un manifiesto. El guión museográfico tiene una lectura clara y consistente; sencillo pero no simple. La exposición consta del uso de varios recursos no fotográficos: basura, impresión sobre papel de impresora de computadora, archivos digitales, agua, peceras, pintura al acrílico y proyecciones. Sin embargo todos esos elementos no son obvios, no saltan como el truco que entretiene al boyerista inexperto, más bien se entretejen para ser descubiertos dentro de lo que aparentemente es una exposición fotográfica convencional.
La exposición trata en un subtexto sobre las nuevas narrativas que nos dan las nuevas tecnologías y los nuevos problemas que éstas causan, pero no las hace el sujeto de discusión, sino que quedan al servicio del mensaje. Están ahí para el ojo curioso, para el ojo conectado a una sinapsis limpia, al que todavía le gustan las travesuras, el ojo que tiene tiempo de distinguir el cambio de texturas y de matíces, del blanco sobre el blanco, que tiene tiempo de visitar la imagen. El ojo que agradece un discurso visual que quiere ser discreto, sencillo, sin sobrevestirse, elegante y exquisito.
El diseño visual de la muestra empieza en el mismo panel. Díaz Infante se preocupó de mezclar un blanco sucio, que sólo se nota cuando él lo menciona. "A partir de pasadas experiencias decidí experimentar visualmente sobre el fondo donde colgarían las imágenes; a mí siempre me cuesta mucho trabajo separar la cartulina blanca donde se monta la fotografía del fondo blanco en el que cuelgan" dice Díaz Infante
De ahí también la razón de que ninguna imagen colgada lleve un vidrio o un acrílico protector. La exposición dicta que el que la ve tenga la posibilidad de notar el papel de impresora de las obras de Gasca y la técnica de manipulación con pintura de acrílico de Alfredo De Stéfano. Es decir, en esta muestra se vale tocar, se vale meter el dedo en la pecera de Hernández a sentir la emulsión flotando en el agua, se vale acercarse al árbol de todos los días, a la pila de periódico dentro de un pasillo con proyecciones de Díaz Infante a sentir la angustia del espacio o, la sombra que se interpone, la sombra del hombre.
Todos los días la exposición cambia, poco a poco se desintegra la serie de imágenes de Hernández sumergidas en agua hasta llegar al último día donde habrá toda una pared en blanco.
El trabajo fotográfico de los 4 artistas no tratan de ser similares, al contrario, uno es contrapunto del otro.
Omar Gasca, con una serie casi minimalista hecha a partir de fotografías tomadas tradicionalmente y luego manipuladas por ordenador, utiliza como tema el cuerpo, la forma más familiar a nuestra vista. Hace obvio como los nuevos procesos mediales crean las nuevas maneras de escritura, tanto en sus limitaciones como en sus posiblidades. Se nota una lucha con los nuevos medios, conservar la noción de que todavía parezca que un humano estuvo presente. Como comienzo o introducción de la muestra se demarca la búsqueda de un proyecto de poesía, los resultados que Gasca obtiene en su obra reclaman de la memoria los poemas síntesis del Hi Ku.
La parte central de la muestra, nosotros mismos bajo el filtro de la ecología, nosotros, el mundo, es la fijación de nuestra generación. Una posible solución, un programa de consciencia para crear la mentalidad inherente que evite agotar nuestros recursos de una manera inútil. De Stéfano se preocupa en su obra de paisaje actual en hacer un inventario del desierto como una metáfora del paso anterior al desastre ecológico. Una segunda manera de narrativa dentro del contexto grupal de la exposición. Todavía en un lugar sin vida enumera los vestigios de diversidad de fauna y flora. Cuando manipula la imagen primaria, con tintas al acrílico, aprovecha la diferenciación medial y utiliza el segundo plano para mostrar la sátira del enfoque de pensamiento que se le da a un lugar vacío. Uno de sus títulos: "¿Dónde está la nube que tiene mi agua?", nos remite a una sonrisa, una sonrisa nerviosa…
David Hernández maneja en sus imágenes y su montaje un proceso físico de desconstrucción. Habiendo un bonito contraste con las dos primeras narrativas de imagen construida. En su obra "Holes" volvemos al cuerpo, a un viaje interior, a la intuición mágica, a un autorretrato. Proyecto que después se convierte en un proceso autosugestivo donde la imagen "cura". Los indios temen que uno le robe el alma cuando se les fotografía. Hernández se autorroba y se limpia en su imagen. Alguién muy despistado podría inclusive llamarlo posmodernista :). Las fotografía permanecen sumergidas en agua en unas peceras especialmente construidas para esto y poco a poco la emulsión se va desprendiendo. David acelera el proceso de descomposición física del objeto. Hace en tan sólo 30 días posible observar lo efímero que realmente es cualquier cuerpo de arte.
Díaz Infante trata de reconstruir un árbol a través del concepto de reciclaje. Forma una pila de periódicos para tratar de volver a hacer un árbol. Utiliza el periódico como un símbolo del mass media, de la ilusión del reciclaje. La vida útil de un periódico es de unos pocos minutos, la fotografía, cuyo papel también está hecho del árbol es el objeto último que añora la forma del árbol.
Los cuatro trabajos tienen más de un común denominador --además del concepto de transformación-- resuelven una idea desde el mismo punto de partida: la búsqueda de una narrativa visual coherente, lecturas de distintos niveles empujando al máximo los límites de un oficio específico, un sentido del humor a veces negro y, primordialmente, tratan de lograr un encuentro con la poesía.
Omar Gasca
fotos de omar