Es increíble que un fotógrafo no pueda mantener una conversación con un pintor y una bailarina de ballet y viceversa. Que el escultor se queje de que nadie va a su exposición cuando nunca compra un libro de poesía. ¿Quién es el público? No nos alejemos a hablar de un contador o al dueño de una imprenta. Una de mis observaciones frecuentes a mis estudiantes es la de que si queremos que alguien vaya a nuestras exposiciones hay que ir a la de los demás. Es una metodología de convocatoria, si quieres que vayan a tu fiesta tienes que corresponder. Es tan sencillo que es obvio y se llama el lenguaje común, lo que nos hace tribu. La educación definitivamente no es leer a un par de pedantes en francés sino el entendimiento de los rituales que nos unen como núcleo social.
Sí un inetlectual o un artista no puede entender un ritual común, menos a un pedante francés y,cualquier trabajo que parezca brillante es meramente un accidente o el acierto "básico" de seguir un estilo histórico a manera de moda. En todos los casos es poco honesto un estilismo de mímica.
Todos los jueves comía en casa de mis abuelos paternos y cuando murieron la sede paso a ser en casa de mi tía abuela Elena. La tía Elena era una tía porfirista que vivía de contarnos sus historias. La mejor definición de educación que he escuchado proviene de ella de la siguiente historia, Una vez su padre Don Roberto Núñez, secretario de hacienda de Don Porfirio tuvo que recibir en su casa a una cena al embajador de Estados Unidos. Al final de la cena sirvieron mango de fruta. El embajador no sabía comer mango y lo peló como si fuese un plátano. El bisabuelo en vez de llamar la atención y pelar su mango de la manera correcta lo peló de la manera que lo hizo el embajador y provocó que todos los invitados lo pelaran igual. Mi tía Elena hacía incapié que la verdadera educación es nunca hacer que un invitado se sintiera desagusto. Los procesos de educación y de campos comunes han variado diametralmente, la caridad, elegancia y humanismo de la escena que les acabo de relatar no tiene contexto hoy en día ya que la conversación ha cambiado y los valores de actitud son ya otros. La subcultura guerrera nos ha heredado la necesidad de comprobar la superioridad, que se traduce en la mayoría de los casos a través de la humillación.