Julio 2000, México DF
verdadero, falso o ninguno de los dos
"Si pudiera vivir nuevamente mi vida
en la próxima trataría de cometer más errores..."
J. Luis Borges
Si tratara de hacer una imagen o una metáfora de la arquitectura de la práctica del arte, creo que la haría como una vara de bambú muy larga, siempre creciendo. En uno de sus extremos pondría la experiencia estética, poética y mística pura, un ambiente de búsqueda, juego y de experimentación, el lugar donde se encuentra la emoción de hacer las cosas. En el otro extremo pondría al personaje que "compra" ese arte, es aquel observador que no sabe jugar, como en el estadio de fut bol, que el objeto que se puede comprar es el boleto, la corneta, un balón autografiado, una camiseta sudada, una foto. Los personajes de este lado de compradores pudieran ser en el ambiente del arte, los institucionalizadores del juego, un editor, un curador de museo, el coleccionista, inclusive un crítico. Por fuera de esta gran vara de bambú están los amantes que disfrutan de ver el arte que siempre están a reserva de explicaciones parciales del proceso y que sin las referencias reales es inentendible. El punto medio de esa vara es donde se junta las ganas de comer con la comida, es una especie de loop que se retroalimenta entre el artista que quiere ser artista reconocido por la institución y la institución que fuerza y moldea el arte que quiere ver. Y así el arte vivo sigue inmune en su extremo de la vara a salvo de la institución y la institución también no se infecta de las cosas que no comprende como si la miopía fuera un antídoto a ese veneno y los artistas raros no existieran.
Las personas, los objetos y los actos viajan a la longitud del bambú, los actos y los objetos son los mismos en cada lado de la vara, pero esos mismos elementos pueden tener valores distintos en cada lado. Una vez estuve en una conferencia en Brooks Institute donde hablaba Cole Weston, hijo del famoso fotógrafo. Nos mostró un par de imágenes tipo close up de piedras de esas tipo bola en la playa, ambas idénticas. Una hecha por Cole y otra por su padre. Una de ellas no tenía ningún valor. Objetos iguales en distintas partes de la vara. Para el observador inexperto afuera de la vara de bambú es un acertijo constante, dos cosas iguales no son lo mismo. Macluhan hablando sobre "La Giocconda" afirmó la posibilidad de que una copia exacta de la Mona Lisa tiene el mismo valor de Gestalt que la verdadera. ¿Dónde radica la esencia de la obra de arte? Si dos objetos iguales uno hecho por el padre y otro por el hijo no son lo mismo. La cuestión es una paradoja si es observado afuera de la vara o inclusive en la vara, pero por afuera del loop. Ambos valores, tanto el poético como el comercial están fuera de la obra.
El proceso de la obra de arte se vuelve tan hermético que es inentendible por el sentido común, es realmente una dislexia que permite el misterio y la especulación, además del procesamiento de mucha mediocridad, el factor fundamental es llamar la atención del loop y no el contenido en sí. Entre más masivo, más mediocre y así las jerarquías dentro del arte son absolutamente accidentales, caprichosas y casi fortuítas. Utilizando las palabras de García Lorca en su conferencia Teoría y Juego del Duende: "Los grandes artistas del sur de España, gitanos o flamencos, ya canten, ya bailen, ya toquen, saben que no es posible ninguna emoción sin la llegada del duende. Ellos engañan a la gente y pueden dar sensación de duende sin haberlo, como os engañan todos los dias autores o pintores o modistos literarios sin duende: pero basta fijarse un poco, y no dejarse llevar por la indiferencia, para descubrir la trampa y hacerle huir con su burdo artificio".
El extremo de la vara donde se encuentra la institución, el lado de los historiadores odia los saltos bruscos, el desorden y prefiere acomodar la historia para que parezca ordenada, con la elegancia que da la limpieza. A esa traducción o translación del caos al "orden" me gusta referirme a esa traducción histórica del decubrimiento de América, donde el pobre de Colón ni se enteró que había descubierto un nuevo continente, pero como es poco elegante no tener un héroe mejor se compone la historia y queda planchada sin arrugas como una camisa nueva.
La falta de pensamiento universal no permite ver la vara,esto es debido a la fragmentación de las narrativas y el exceso de especialización de nuestros tiempos, no estoy muy seguro si todos los personajes arriba de la vara de bambú están conscientes de que se encuentran ahí y organizados de esa manera. Ya que visto a través del cristal de otros filtros la realidad toma otra proporción, otra medida de soberbia y esnobismo: ¿Quién es el dueño de esa cámara de compresión que permite la entrada del objeto común al estatus de la obra de arte? ¿Es el museo, el curador, el coleccionista, el galerista o el mismo artista? ¿Quién es el dueño de la escafandra? El organigrama disléxico es muy divertido: El cuestionamiento fuera del bambú es el siguiente, si el arte es una religión que no se dedica al pueblo y que sólo es entendida por un Gurú en una montaña inescalable, entonces el arte no es para nadie; por otra parte, si ese Gurú no existe todo es un accidente. Accidente provocado por una especie de subgurús que adivinan lo que el Gurú inexistente está diciendo con su silencio. Hace unos años leí el libro Artful Partners, todos los fraudes provocados por la relación comercial subterránea entre Berenson y Duveen. Me hubiera gustado imaginar que Berenson no le hubiese entrado el remordimiento al final de su vida o, especular que en sus memorias todavía se comió algunos objetos ya por pena ajena. Si no hubiera confesado los objetos vendidos a los Rockefeller o al Metropolitan Museum serían auténticos hoy en día y seguirían conservando su valor. Por otra parte quedan aquellos objetos que especulo, los que decidió que ya eran muchos los fraudes, esos siguen siendo auténticos. Este lado de la vara no asimila bien los errores. "El arte es para todos" es sólo un eslogan demagógico en la estructura existente, aunque en realidad en el extremo de la barra donde se permiten los errores, también se permite la entrada a cualquiera. No a comprar sino a hacer o aprehender, la experiencia del arte está abierta las veinticuatro horas. Por una lado de la vara está la actitud dispuesta a cometer errores, por el otro lado de esa vara existe la actitud de buscar cosas perfectas, el cuerpo del arte bien hecho. En un lado de la poesía las cosas no tienen valor material, son intemporales, en el otro lado pagan millones de dólares por un libro viejo. Una falta de coherencia en la palabra.
Tanta confusión aparente por la falta de coherencia en la palabra provoca la conversación extrema, cuando el artista se voltea, aburrido o frustrado por hacer la vara más corta y favorecido por encontrarse geográficamente lejos del público, del lado que le permite la libertad absoluta, hay un momento en que el artista está viendo en sentido contrario, viendo hacia el prolongar el extremo de la vara a lo más infinito que se pueda, para él ya es un juego, su juego. John Cage siempre hacía referencias a la inserción de juegos dentro de juegos…Silence, 1961: " …su paradoja: una intencionalidad llena de intenciones o un juego inintencional. Este juego, sin embargo, es una afirmación de la vida, no una tentativa de crear orden a partir del caos ni de sugerir mejoras a la creación, sino simplemente a una manera de despertarnos a la vida misma que estamos viviendo, que es sin duda excelente cuando quitamos nuestras mentes y nuestros deseos del camino y la dejamos actuar por su cuenta…" El estar volteado permite la creación de nuevas reglas, permite los universos personales. El refugio se encuentra en el misticismo a través de cualquier lenguaje. Saber dejar la vara...
La geisha, la mujer perfecta aprende a cometer errores a propósito, una imperfección consciente para que el efecto de lo perfecto tenga una mayor brillantez. Cuando accidentalmente el arte vivo se cuela al loop ( hay veces que el arte verdadero se llega a confundir por arte) se crean nuevas acciones. Por parte del artista, el engaño es premeditado y el sentido del humor es inherente, el migitorio de Duchamp o la copia de la obra de Braque hecha por Picasso son ejemplos clásicos de lo que trato de decir. Los artistas que comprenden este balance, de manera racional o intuitiva tienden a desarrollar tubos comunicantes bellísimos elegantes y sobrios.
Leonardo, cuando trabajaba para Ludovico de Sforza estuvo a cargo de un banquete para 200 personas. Decidió que cada platillo fuera una escultura distinta. Para esto diseñó un sistema de bandas, hornos especiales y un sistema de aspersores. Los cocineros rebasados por la carga de trabajo necesitaron ayuda de varios amigos de Leonardo. Al final las bandas fallaron, la cocina se incendió y lo único que funcionó fueron los aspersores que evitó que los invitados murieran quemados.
Una pregunta: La pintura de la Mona Lisa que cuelga en el Louvre será realmente el canvas que pintó Leonardo. Quién puede decirnos y quién es el que descalifica lo verdadero.